El antaño comercio libre entre los naturales de los altos valles, incluso en tiempos de guerra, se fue convirtiendo paulatinamente en una actividad contrabandista o ilegal conforme los Estados delimitaban las fronteras y fiscalizaban los movimientos de mercancías y personas entre ambas vertientes pirenaicas. De esta forma se convirtió en contrabando ilegal lo que hasta ese momento había sido un comercio floreciente y permitido.
La gran aventura del contrabando, sobre todo en Aragón, no comenzará hasta el siglo XIX, cuando el Estado, que comprueba constantemente la ineficacia de las leyes penales y el trabajo del ejército, crea una ley aduanera definitiva y un cuerpo paramilitar para hacerla cumplir.
En la vigilancia de la línea fronteriza de Sallent aprovecharon viejas edificaciones en desuso, como por ejemplo el hospital románico de Socotor, para convertirlo en puesto de carabineros. Desde allí controlaban los pasos del Portalet y Peiralún o Puerto Viejo, empleando este último habitualmente antes de la construcción de la carretera. También había cuarteles en el pueblo, el Portalé y en la casilla de Formigal (hoy desaparecida)
Peiralun es una cima fronteriza entre España y Francia, se encuentra a 2100 m de altitud muy cerca de Portalet, donde podemos observar la muga 311, que era uno de los puntos que separaba los dos países.
El género que se pasaba de contrabando variaba mucho según las circunstancias y las necesidades de las dos naciones objeto de tráfico.
Se pasaban a España telas, estopas, tocino, esquilas, caballar, cerdos; más tarde bacalao, sardinas saladas, manteca y queso.
A Francia se llevaban medias, lanas, aceite, vino y sal.